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Sunday, 23 September 2018

Dime cuánto sacas y te diré quién eres.




Todos nos acordamos (más o menos) de nuestro paso por el colegio o el instituto, de aquellas materias que nos apasionaban y de las que se convertían en un calvario, que no nos interesaban, pero que aun así teníamos que superar.


Es ese simple interés por quitarnos de encima una asignatura el culpable de que hoy en día apenas recordemos todo ese contenido que “aprendimos” (si se puede llamar aprender a memorizar solo para aprobar un examen). Y es que, en una sociedad en la que no solo la capacidad, sino la calidad, de las personas se mide en un baremo del 0 al 10, no podemos esperar nada más que frustración y ansiedad por ser válidos a los ojos de familiares, profesores, y de nuestro entorno en general. Competimos entre nosotros para demostrar que no somos un 5, que no somos “mediocres”, que somos mejores que los demás y que merece la pena que nos seleccionen, en vez de competir con nosotros mismos para aprender de verdad y poder formarnos.

La película La educación prohibida (2012) nos acerca el tema de la dudosa eficacia de la educación actual, que siempre está en boca de todos, pero que rara vez se hace algo para mejorarla. A través de una recreación en un instituto se ofrecen distintas visiones sobre la educación: ¿es el modelo actual adecuado? ¿Estamos ante educación o mero adiestramiento?





Uno de los puntos más importantes que se abordan en el documental es la idea de que las escuelas e institutos se limitan a formar alumnos dóciles, obedientes y disciplinados, que cumplan con las metas que se les exija sea como sea; no importa que esos conocimientos se olviden días después del examen, porque actualmente la educación se entiende como un fin, una nota. Siempre nos dicen que "el saber es poder", pero esto parece no tener demasiado significado en el sistema educativo actual. Aprenderse de memoria la Guerra Civil española no quiere decir que se entienda lo que pasó, por qué, y cuáles fueron sus consecuencias. Es ahí donde falla el sistema. 

Pero, si este sistema no es correcto, ¿qué se debería cambiar? No sería justo achacar al cuerpo docente todos los errores educativos de hoy en día, dado que ellos se ajustan a un currículo que organiza ciertos contenidos y horarios para fabricar esos seres perfectos que se incorporarán a la sociedad. Lo que sí que está en su mano es cómo transmitir esos conocimientos, cómo educar y enseñar esos contenidos, adecuándose a la clase en la que imparten cada materia; al fin y al cabo, no todos somos iguales ni tenemos las mismas capacidades. Se debería dinamizar las clases, hacerlas atractivas y captar la atención de los estudiantes. Queda claro que el método tradicional de enseñanza en el que el profesor se limita a dictar el temario no es suficiente, ahora hay más recursos en los centros, ¡usémoslos! ¡Innovemos! 

Coincido con que todo alumno debería tener un determinado grado de autonomía y responsabilidad, pero en el documental se apoya mayormente a las escuelas libres o de pedagogía alternativa, que permiten a los alumnos aprender lo que consideren oportuno y más les interese. Aquí es donde mi opinión difiere. No creo que los adolescentes, y mucho menos los niños, tengan las ideas suficientemente claras para decidir qué aprender y qué no. A mi parecer, el contenido puede ser (y es) adecuado, pero pierde toda su esencia si no se imparte de la manera adecuada, y esto es, como he apuntado antes, ver la educación como un proceso de adquisición de conocimientos, no como el 7 que saqué en el examen de biología tras “vomitar” los temas que estudié la tarde anterior.


La educación debería ser un camino, no una carrera.

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